Almonte se desborda de emoción junto a su Virgen del Rocío
Por fin pasó. Los deseos de tantos y tantos corazones rocieros por fin se vieron cumplidos. Con dos años de retraso y una pandemia de por medio, la alegría regresó a los rostros, esa alegría que transmite la Virgen del Rocío con solo mirarle a la cara. Siete años más dos de propina después, la patrona de Almonte volvió a visitar casa por casa a sus vecinos, con sus galas de reina en una procesión que duró más de trece horas.
Almonte marca la hora, ya se sabe, y a la hora que estaba prevista que se abrieran las puertas de la Parroquia de la Asunción, la Virgen ya estaba recorriendo su plaza. Poco antes de las siete y media de la mañana se abrían las puertas de la parroquia y los almonteños, raudos, buscaban los bancos de las nuevas andas para iniciar la procesión de su patrona. Todos estos años de espera hacían presagiar que la Virgen no tardaría en salir, así lo quería ella y así lo quisieron los almonteños. Pasadas las siete y media la Virgen del Rocío cruzaba el dintel del templo entre el replique de campanas, los vivas emocionados y la alegría en los corazones de los miles de rocieros que ya comenzaban a llenar las calles de Almonte.
Se iniciaba así una extraordinaria procesión, donde la multitud acompañó a la Virgen y al Pastorcito Divino durante las trece horas de caminar bajo ese cielo de papelillos, flores y artísticos arcos que cubrían las calles almonteñas. La normalidad fue la nota predominante en una procesión en el que la nota discordante la puso el nuevo paso, que al levantarse una de las chapas de la peana provocó numerosos cortes en las manos y brazos de los almonteños que portaban a su patrona. Solucionado el problema, cinta americana mediante, el nuevo paso con orfebrería de Ramón León y Villarreal y bordados de Fernando Calderón pasó con nota su primera gran prueba de fuego, pudiéndose contemplar a la Virgen del Rocío durante mucho más tiempo sobre los hombros de sus portadores, sin las caídas tan continuadas que se vivieron en las últimas romerías.
Numerosos fueron los momentos de emoción junto a la Blanca Paloma. Sencillos gestos de cariño, petaladas, rezos, vivas y cantes se sucedían cada dos pasos. Hasta el obispo de la Diócesis de Huelva, que por vez primera desde que tomó posesión pudo ver a la Virgen del Rocío procesionar, se subió a las andas de la Virgen a las puertas de la Matriz para entonar la Salve a pocos centímetros de Ella.