María Santísima volvió a derramar su Rosario de Amor por las calles del Polvorín
El barrio del Polvorín arropó un año más a su Virgen de gloria, poniendo el broche de oro al amplio calendario de cultos que la Hermandad de la Sagrada Cena celebra cada mes de octubre. María Santísima del Rosario en sus Misterios Gloriosos volvió a recorrer las calles de su feligresía, derramando ese Rosario de Amor que proclaman los hermanos de la cofradía del Domingo de Ramos.
Pasaban unos minutos de las ocho de la tarde, hora prevista para el inicio de la procesión, cuando la cruz alzada comenzaba a bajar la rampa de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Jóvenes hermanos con cirios y representaciones de diversos grupos jóvenes de la ciudad integraban un cortejo en el que también participaron las representaciones de las hermandades de la parroquia, Tres Caídas, Victoria y Montemayor. Junto al hermano mayor se estrenaba en la presidencia en un culto externo el nuevo párroco del Polvorín, D. José Manuel Barral.
A los sones de la Banda de Música Albricias de El Cerro del Andévalo, la Virgen del Rosario gloriosa recorría los primeros metros de su itinerario, bajo un cielo de papelillos rojos y blancos que adornaban la fachada del templo. Unos adornos que continuaron por todo lo largo del recorrido, encontrándose todas las calles engalanadas con cadenetas de flores de papel, banderas de España y Andalucía, o colgaduras en las que se leían lemas como «Tabernáculo de Dios» o «Rosario de Amor». Tampoco faltaron las petalás, las ofrendas de flores o el peculiar lanzamiento de estampas desde los balcones.
La Rosario Chica, como cariñosamente se llama a la titular letífica de la Hermandad de la Sagrada Cena, procesionaba sobre su paso adquirido el pasado año a la Hermandad de San Bartolomé de Nerva y restaurado por el equipo de mayordomía de la hermandad. Quedaba exornado a base de rosas, claveles, alhelíes, lisianthus, statice, margaritas y alstroemerias, dispuestas en cuatro bouquets en los costeros y centros en las esquinas. La Virgen del Rosario en sus Misterios Gloriosos aparecía elevada sobre una peana de orfebrería, encontrándose a sus pies las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Siena. Vestía saya de tisú de plata bordada en oro y manto de idéntico material con bordados de repostero. Portaba sobre sus sienes corona de metal plateado y ráfaga de ocho, luciendo el Niño Jesús túnica de terciopelo rojo bordado en oro y corona de plata.