El Cristo de las Penas convirtió en un multitudinario Lunes Santo una calurosa tarde de julio
Inmensa jornada la vivida en la tarde noche del pasado sábado junto al Cristo de las Penas. La Hermandad de las Tres Caídas celebró el 75º aniversario del cambio de su sede canónica, de la Milagrosa al Corazón de Jesús, con una multitudinaria procesión extraordinaria por las calles de Huelva.
Más de 800 días después, el Señor de las Penas pisaba el suelo onubense. La última vez que lo hizo, salvando aquel traslado nocturno en plena desescalada, fue para presidir el Vía Crucis oficial del año 2020, escasos días previos a decretarse el estado de alarma. Comenzaba entonces una cuenta atrás que no pudo acabar esta pasada Semana Santa a causa de la lluvia. Quizás por eso toda Huelva esperaba como si de un Lunes Santo se tratara a las puertas del Polvorín, deseosas de poder contemplar de nuevo en la calle el portentoso paso de misterio de la Hermandad de las Tres Caídas.
Bajo un intenso calor, la cruz de guía de la cofradía cruzaba el dintel seguida de un nutrido cortejo de hermanos. Mayores y pequeños iluminaban el caminar del Señor, acompañados por la Hermandad Matriz de la Virgen de Montemayor, de Moguer. Las hermandades de la Victoria, Cena y Montemayor, así como la Buena Muerte, se uniría al cortejo junto a las autoridades de la ciudad llegados a la iglesia de las Agustinas, recurriendo las calles más céntricas. Los rayos de sol de este 2 de julio con aromas a primavera iluminaron el rostro del Cristo de las Tres Caídas justo cuando la Banda de Cornetas y Tambores Jesús Nazareno anunciaba con sus sones la salida del paso de misterio.
Con un recorrido novedoso respecto al Lunes Santo, la hermandad entró en el centro de la ciudad por el barrio de San Sebastián, siendo recibidos a su paso por las hermandades de los Mutilados en San Sebastián, el Santo Entierro en la Ermita de la Soledad y Pasión en la plaza de San Pedro. Tras recibir el rezo cantado de las madres Agustinas, la procesión buscó la iglesia de la Milagrosa con los últimos rayos de sol de la tarde. El Señor fue vuelto frente a la gótica puerta de su templo fundacional, depositando la junta de gobierno un ramo de flores en el altar mayor del templo. Unos metros más adelante volvieron a repetirse los momentos de pellizco, con la llegada a la Iglesia de la Esperanza, donde la hermandad del Miércoles Santo aguardaba para recibirla, o su visita como cada Lunes Santo al convento de las Hermanas de la Cruz.
El Cristo de las Penas estrenaba por fin en la calle la túnica del 75º aniversario, bordada por Manuel Solano. El paso de misterio lucía un exorno clásico de claveles rojos, con orquídeas del mismo color por el friso y en las jarras. Como novedad, los niños hebreos de la Hermandad de la Borriquita figuraban en la trasera del conjunto escultórico. También era novedosa la iluminación de la canastilla, gracias a los hurricanes cedidos por la Hermandad del Nazareno. Rodeado por una numerosa multitud en todo momento, el Señor de las Penas subió su icónica cuesta antes de adentrarse en su barrio, la Huerta Mena.