Opinión

Volvió la Victoria

Elena María


Volvió la Victoria. La de Huelva, la del Polvorín, la de nuestras vidas. Volvió como si nunca se hubiera ido, como si el tiempo no pasara por esos ojos que acogen a todos los que alguna vez vagamos perdidos por la incertidumbre de la vida.

Pero qué pasa con los que no volvimos. O con los que no pudieron volver porque ahora viven con la dicha de respirar a su vera.

Hay kilómetros que duelen más que años de ausencia. Hay momentos que se graban a fuego en el imaginario colectivo en los que sabes que nunca vas a estar, y que nunca se van a volver a repetir. La aceptación de la pérdida de hojas del calendario que nunca vas a poder comentar entre copas con amigos, porque no estuviste.

Pero Ella vuelve para todos. Su mirada alcanza lo que los ojos mundanos no pueden. Y nos ve. Me ve. Ella volvió a mi, aunque yo físicamente no haya podido volver a Ella.

Y no es solo a mi. El azul Victoria del cielo se extiende más allá de nuestras fronteras, las pantallas hicieron el milagro de hacernos estar en la puerta del Sagrado Corazón a las cinco de la tarde y poder ser testigos, aunque lejos, de como Huelva se reencontró con su madre.

Porque Madre es la palabra que engloba todo su ser. Madre de todos, los que están, los que estuvieron y los que estarán. La que nos protege y a la que acudimos cuando no podemos más. Con la que lloramos y con la que reímos. A la que miramos en las noches en las que no queremos ver amanecer y en la que buscamos a los nuestros. Con la que nos enfadamos, a la que le gritamos cuando no entendemos las cosas y con la que nada importa cuando encontramos el consuelo entre sus manos. La que nos queda cuando todo lo terrenal se nos va. La que nos escucha y la que nos acompaña cuando nos vamos de casa y pasamos esa primera noche en soledad.

Y sí, es duro estar lejos. Es complicado empezar de cero. Es doloroso esa primera noche de no saber qué pasará, la sensación de soledad. Pero siempre, siempre está la Victoria. En un móvil, una estampa, en una cartera. Ella siempre está. Nunca se fue, nunca se va.

Yo y tantos otros volvimos con la Victoria. Estuvimos en nuestra casa, en el Polvorín, porque la Victoria nunca nos dejó cuando más falta nos hacía. Y no le hizo falta vernos físicamente, sabía que estábamos allí… como nosotros siempre supimos que estaba Ella. Volvieron los que siempre esperaban en el Iris, los del cigarro en la rampa y los de la octava trabajadera.

Volvimos todos a Ella y gracias a Ella. La Victoria de nuestras vidas. La Victoria de mi vida.

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